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Beneficios del modelo democrático en la educación de nuestros hijos

Hablar de padres buenos no es hablar de padres perfectos: ese tipo de padres no existen. En cambio, podemos hablar de las características más adecuadas que han de tener: si se interesan por sus hijos y por los problemas que sus hijos pueden tener, si saben aplicar bien las normas y los patrones educativos y si estas tienen coherencia… A este tipo de padres se los conoce como padres democráticos.

Los patrones educativos que tienen que seguir los padres para poder educar y enseñar de la mejor forma a sus hijos giran en torno a tres grandes características que son: la constancia, la coherencia y la confianza.

Constancia

Respecto de la constancia, hablamos de normas y «castigos» que en ciertas ocasiones, y para cierto tipo de perfil de niño y adolescente, son muy útiles y ayudan a crear buenos hábitos y costumbres además de construir la propia identidad del niño de la forma más adecuada posible a su desarrollo.

Estas normas es necesario que sean fieles en su duración y estabilidad en situaciones iguales durante un cierto tiempo. Habrá un error grave de constancia cuando los padres enseñen una norma un día y, al poco tiempo de ponerla en práctica, cambien y se la pase por alto.

 

Coherencia

Las normas y aprendizajes que deseen impartir los padres deben tener coherencia en un sistema de educación ético. No aplicar ni tener la intención de esta coherencia provoca un lío en la cabeza del niño y del adolescente, ya que las normas no se aplican coherentemente. Las respuestas de los hijos habitualmente suele ser la rebeldía y no cumplir ninguna norma en respuesta y desafío a los patrones educativos que ya no tienen suficiente consistencia.

Es por ello que es importante aplicarse la máxima de no mandar una cosa al hijo para que después los padres hagan lo contrario. Además, es muy necesario y beneficioso para los hijos que los padres, de cara a la educación, estén de acuerdo entre sí con respecto a las normas y los patrones que imparten en cada momento. De lo contrario, si un progenitor piensa una cosa contraria o diferente al otro, el hijo/a puede pensar que estas normas son poco coherentes. Además, es preferible que los padres aparenten un cierto acuerdo de cara a sus hijos aunque después discutan las normas, cuando los niños y adolescentes no están presentes.

Sin embargo, existen ciertas situaciones de riesgo, como pueden ser las drogas y/o el alcohol en la adolescencia, que no permiten dudas ni titubeos y requieren una buena autoridad a tiempo puede salvar una situación potencialmente peligrosa para la integridad del adolescente.

Confianza

El tercer y último aspecto es la confianza. Hace referencia a varias características, entre las que cabe destacar:

  • la empatía hacia el adolescente, para intentar comprender que está viviendo una fase diferente y repleta de cambios en su vida;
  • el interés hacia todo lo que hace piensa y dice el niño y adolescente, porque como persona tiene unos sentimientos y emociones que son igual de importantes que el resto;
  • la aceptación, para no querer cambiar el carácter ni la personalidad de los hijos e intentar hacer una persona a imagen y semejanza de los padres y
  • la no invasión mediante un interés excesivo o una sobreprotección, que aspira a ser incluso «amigos» de los hijos, error grave que nos puede llevar a consecuencias muy negativas en el desarrollo de los niños y adolescentes.

Y con estos tres patrones educativos de constancia, coherencia y confianza, entre otros, tenemos gran parte del trabajo hecho como padres para la educación de nuestros hijos e hijas, que el día de mañana serán adultos de la sociedad.

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