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La responsabilidad, la obediencia y el abuso de poder

Independientemente de los factores causales y de las disposiciones intermedias, resulta obvio que algunas personas tienden hacia una conciencia colectiva , mientras que otras se aferran a un pensamiento más individualista, posicionándose inamoviblemente hasta que determinado/s estímulo/s competen a sus intereses, derechos, valores…

Con motivo del lanzamiento de la primera temporada de la serie “TheHandmaid’s Tale” (este artículo no contiene spoilers), basada en la novela de la escritora canadiense Margaret Atwood, se invita al lector a reflexionar sobre tres fenómenos sociológicos: la responsabilidad individual, la obediencia y la conformidad como base del abuso de poder.

Desde el primer capítulo puede observarse que las mujeres viven en un complejo estado militarizado que las despoja de todos sus derechos mediante el uso de la fuerza, la violencia, el abuso y el miedo. Las escenas recuerdan a las imágenes extraídas de la Alemania de preguerra, cuando los judíos fueron privados de su condición de seres humanos para convertirse en lo que el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, denominaba: ratas destructoras.

Uno/a podría pensar que hace falta ser “muy mala persona” para contribuir a la maquinaria generada en el seno de la misoginia que envuelve al argumento principal, pero lo cierto es que uno de los personajes más distinguidos describe a la perfección el proceso por el cual un joven sin futuro pasa a sentirse: parte del sistema, alguien importante, experimentar el poder, el status, la responsabilidad y tener una meta conjunta… tentador, ¿verdad?

Son precisamente estas emociones y cogniciones las que afloraron en el experimento de la cárcel de Standford (Philip Zimbardo, 1971) donde se seleccionó a 24 sujetos (estables psicológicamente) que fueron divididos en dos grupos: presos y guardias de prisión. Estos últimos fueron capaces de humillar y vejar a sus compañeros de experimento aun sabiendo que ese status era “ficticio”; los participantes internalizaron un rol autoritario (papel que atribuían a los guardias de prisiones) legitimado por el apoyo de sus superiores (encargados del experimento); según sus propias palabras: ellos sólo cumplían con su deber…

En el juicio de Núremberg (1945-1946), cientos de ex miembros del partido nacionalsocialista y sus jerarcas nazis, aludieron precisamente al respeto por la jerarquía y al acatamiento obligatorio de las órdenes para justificar los crímenes contra la humanidad (concepto que surge y se populariza a raíz de este pleito) que cometieron.codex

¿A qué otro experimento de la psicología social nos recuerda esta explicación? Efectivamente, al experimento de Milgram; en él, una serie de sujetos (voluntarios) debían aplicar descargas eléctricas a otros participantes (cómplices) (no los veían, pero sí podían escucharlos) cada vez que fallasen en su tarea. Pese a que la mayoría de las personas se sentían incómodas, delegaron la responsabilidad en “los hombres de la bata” (los científicos a los que debían obediencia) llegando a aplicar descargas que, de haber sido reales, hubiesen provocado la muerte de sus “compañeros”. Uno de los participantes declararía a posteriori lo difícil que le resultó pensar que estaba actuando en contra de sus valores cuando estaba siendo sometido a la autoridad de un tercero al que atribuía un alto grado de: prestigio, status y conocimiento.

Si estos actos se repitiesen hasta tal punto que la persona se desensibilizase, se extinguiría cualquier tipo de malestar asociado al choque entre los valores morales y las conductas manifiestas. Como ejemplo histórico, los kapos (nazis encargados de los campos de concentración) obligaban a sus “pupilos”  a asistir a humillaciones, vejaciones e incluso asesinatos durante sus primeros días en un campo de exterminio, con el fin de que se acostumbraran pronto a las condiciones “laborales”. Algunos de esos bárbaros eran descritos como: “amantes esposos, padres cariñosos, personas solidarias…”

La maquinaria del horror descrita con anterioridad no sería posible sin un tercer componente: la conformidad. El humano es un ser social que necesita de otros/as para sobrevivir y, como tal, le gusta sentirse, al menos, mínimamente integrado. No es fácil luchar contra la mayoría (tampoco es imposible, de ejemplos está plagada la historia), por lo que numerosas personas deciden amoldarse, dejarse llevar y “no meterse en problemas”. Precisamente, el psicólogo estadounidense Solomon Asch, comprobó que la fuerza de la presión grupal puede derrocar la independencia del individuo, llegando este a renegar de su propia visión.

En el experimento se seleccionó a un grupo de estudiantes conocedores de la finalidad de la investigación (cómplices), y a sujetos ciegos que creían que se iban a someter a una prueba perceptiva. Al sujeto experimental se le mostraban dos tarjetas con líneas rectas verticales: ambas debían ser comparadas (una de ellas contaba con tres rectas de diferentes longitudes y la restante con una raya vertical), pidiéndole que seleccionase la recta de una de las cartas que coincidía en longitud con la raya ubicada en la otra tarjeta. Los cómplices tendrían que escoger cualquier opción salvo la correcta y transmitirlo en alto para que el sujeto experimental lo escuchase.  El resultado no dejó indiferente a nadie, puesto que casi el 40% de individuos se dejaba influir consciente o inconscientemente por el resto de los participantes.

Dicen que la historia se repite, y ahí radica la importancia de conocer los factores que conforman las debacles humanitarias más extremas. La psicología social favorece el entendimiento de los procesos individuales, interpersonales y grupales, trasladándolos a la comunidad para su desarrollo y equilibrio adaptativo.

“La verdad se esconde en los sentimientos de las personas que se sienten oprimidas y no son capaces o no pueden expresarse” W. Reich.

 

Fuente: Centro de Formacion en Psicologia Codex

 

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