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Cómo estructurar un discurso

Andrés encendió el televisor; había una película ya empezada, parecía interesante. Se apoltronó en la silla del living y se detuvo un buen rato en la pantalla. A la media hora alguien tocó el timbre. Ere Elena, su vecina. La hizo pasar unos minutos, ella tenía que decirle algo. Para cuando se fue, la pantalla mostraba los títulos. Al día siguiente un amigo le preguntó -¿Qué hiciste ayer? – nada, dijo Andrés, -empecé a ver una película, pero nada importante, ni sé qué era, ya no recuerdo bien.

Muchas veces se cree que lo importante de un discurso radica en el desarrollo. En él aparece el meollo del tema así como los datos que lo acompañan, sería impensable que el desarrollo no existiera. Sin embargo fíjate cuál fue la opinión de Andrés al ver sólo el desarrollo de la película: “nada importante, ni sé qué era, ya no recuerdo bien”. De cualquier manera sabemos que algo lo atrajo, en un principio le había parecido interesante, se sentó a verla, no obstante haber visto los datos significativos ahora casi no los recuerda y les resta importancia. Su opinión bien podría homologarse a la de un desarrollo fútil y absurdo.

Filmar una película es muy caro ¿Por qué crees que los productores gastan ingentes cantidades de dinero filmando introducciones y desenlaces? Es que ellas son tan importantes como el centro de la filmación. Llevado esto al habla, diríamos que un buen discurso lleva implícito un 10% de introducción, un 80% de desarrollo y un 10% de conclusión.

La introducción te dice de qué te hablarán y para qué. Además es el envoltorio del discurso, aquello que atiza el interés para escuchar el resto. La conclusión compendia los datos de importancia, afirma para qué te sirve haber escuchado el discurso, te mueve a la acción.

Por otra parte, al ser la introducción lo primero que se dice, recibe la mayor cuota de atención. Al cabo de un tiempo la atención decrece, es por ello que durante el desarrollo habrá que incorporar elementos de atracción. Pero todos ellos se direccionarían hacia la inconducencia sin un cierre adecuado. La conclusión se encarga de ello y, al ser lo último que se dice, es lo que más resuena en nuestros oídos.

Nunca restes importancia ni a una ni a la otra. La atención no es innata, se construye, se apuntala. No existe discurso persuasivo sin introducción ni conclusión. No direcciones un buen desarrollo al fracaso por no darle inicio ni final.

La velocidad

“Una persona que piensa que no merece ser escuchada hablará rápido, porque no quiere que los demás esperen mucho para terminar de escuchar algo que no merece la pena”. Esta frase es de Leo Babauta, extraída de su libro “El Manual Para La Vida”. La he seleccionado porque es un fiel reflejo de lo que mucha gente piensa de sí misma aunque no desee plasmarlo en la conciencia. Recuerdo incluso mis primeros tiempos de hablar en público, en los que conscientemente me esforzaba por condensar mi mensaje, al solo efecto de no cansar a los demás. Afortunadamente, con el tiempo la oratoria se cruzó en mi camino dando un giro notable a mis palabras.

Al momento de hacer un discurso es necesario considerar estos cuatro aspectos básicos.

1.- Procura escuchar con gran atención la profusión de estupideces que suele decir la mayor parte de la gente.

2.- A colación de lo anterior te darás cuenta de que no es necesario proferir algo ejemplar cada vez que abras la boca. Este aspecto es además muy tranquilizador, ya que de ser así, el 98% de los habitantes del mundo deberíamos permanecer callados casi de por vida.

3.- La mayor parte de las veces no cuenta tanto lo que digas, sino la forma en que lo digas.

4.- Detente a escuchar a aquellas personas que consideras buenas como oradoras. Toma nota del uso de matices, gestos, posturas, su mirada, su presentación y también la velocidad del discurso.

Sobre la Velocidad del discurso estos son consejos que te ayudarán a mejorar este aspecto y sacar todo el partido a tu presentación.

a) Si tú no te atribuyes el tiempo necesario para emitir cómodamente tu mensaje, nadie más lo hará.

b) Procura descender la velocidad de tus palabras cada vez que notes que te estás acelerando. Con un simple silencio y una respiración profunda estarás asomado a un mensaje cautivante.

c) Grábate hablando a la velocidad más lenta que puedas. O mejor aún, fílmate. De este modo no solo te escucharás, sino que podrás atender tus gestos, mirada, postura. Luego obsérvate con atención de modo objetivo, es decir, deja las críticas cerriles para otro momento. Recala en aquellos aspectos que debes modificar y aquellos que desees dejar como están. Toma nota de los momentos en que tiendes a acelerarte.

d) Si piensas que la gente no te presta atención es muy probable que tú contribuyas indirectamente a fomentar tal situación. Escuchar a alguien que habla como por propulsión a chorro, tropieza con sus propios vocablos o, en ocasiones, parece asfixiarse en un embudo lleno de palabras, es una de las cosas más molestas que un individuo puede hacer.

e) Las emociones suelen ser contagiosas. Quien habla apurado sienta la idea de que quiere irse. Si contagias a tu interlocutor, adivina que deseará hacer.

f) Por el contrario, hablar calmado además de ocultar mucho mejor los nervios y generar apariencia de seguridad, permea a quien nos escucha con la sensación de que queremos quedarnos con su compañía y nos complace dirigirle la palabra.

Tal vez te notes artificial en un principio, pero te aseguro que con la práctica transformarás tu estilo para transitar cómodamente tu discurso de modo calmado.

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