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¿Cuál es el nuevo rol de los traductores freelance?

Se licenció en 1997 y con su flamante título de traducción e interpretación bajo el brazo empezó a hacerse un hueco en el mundo freelance. Encarna Belmonte decidió ser traductora cuando tenía 14 años y, a pesar de haber trabajo como asalariada durante su época como estudiante, tuvo claro desde el primer momento que no quería buscar un empleo en una oficina.

Tres años

No todo fue tan fácil y Belmonte necesitó tres años para ganarse una cartera de clientes que le permitiera llegar a fin de mes sin aprietos. “Los tres primeros años son de buscar clientes y luego la cosa funciona bastante bien, hasta ahora.” ¿Hasta ahora? “Ahora ha llegado la crisis, la globalización, la externalizacióny la traducción automática,” explica. De esta manera, Belmonte añade: “Ser freelance está muy bien cuando los ingresos lo compensan. Pero cuando ganas lo mismo que un asalariado, ya no, porque inviertes muchas horas trabajando y haciéndote cargo de las mil cosas que comprende la empresa.»

Alemán versus inglés, ¿qué es más rentable?

La traductora barcelonesa se especializó en lengua alemana, aunque también tiene el inglés como lengua de trabajo. ¿Qué es más rentable, traducir del inglés o del alemán? “En principio es más fácil encontrar trabajo del alemán, aunque de inglés hay más volumen”, responde, y añade: “lo que pasa es que a menudo intentan equiparar las tarifas del alemán a las del inglés, pero la traducción del alemán es más complicada por varias razones: porque sintácticamente el proceso de traslación de un idioma al otro es más laborioso y por una simple cuestión de recursos, de fuentes, de diccionarios, que escasean más.”

De traductora a revisora

Cada vez más son las agencias que optan por encargar los textos a colaboradores no cualificados. La salida para muchos profesionales de la traducción es la revisión de textos. “Cuando llevas muchos años en el mercado y tienes unas tarifas altas, acaban buscándote para revisar traducciones asignadas a precios inferiores y, por lo tanto, con un nivel normalmente deficiente,” explica Belmonte, que juzga esa anomalía como consecuencia de una alarmante precarización de la traducción.

Por si cupiera alguna duda, Encarna Belmonte defiende la calidad de su oficio: “[Hoy] todo tiene que ser más rápido y más barato, pero los traductores no somos máquinas, somos artesanos, y los clientes finales han dejado de ser conscientes de que dicha imagen es en última instancia la que da la traducción: una mala traducción va a dar al traste con todos los esfuerzos realizados previamente, mientras que una buena traducción va a reforzarlos».

Mi casa es mi oficina

Trabajar desde casa es para Encarna una ventaja: “No tienes que desplazarte y vives a tu aire,” explica. No obstante, acostumbrarse a mantener una dinámica de trabajo en el hogar no es una tarea fácil: “Al principio cuesta, no produces lo que debes y luego te tienes que pegar unas jornadas maratonianas,” advierte. La traductora catalana dice conocer tanto a colegas “muy disciplinados” como a otros que “trabajan como les da la gana.” Ella está a medio camino entre los dos extremos: “Me marco un ritmo y lo cumplo, pero no tengo un horario fijo.”

¿Es posible la convivencia con el resto de la familia cuando tu casa es tu oficina? Encarna asegura tener a su familia “adiestrada”. Avisa que “si entran en la habitación que es el despacho, que se queden calladitos, porque el simple hecho de hablar me puede desmontar una frase de media página que llevo cinco minutos organizando.” También es firme con los amigos que “como no tienes un horario, se creen que te pueden llamar y visitar cuando quieran.”

¿Qué ha cambiado desde que empezó en este oficio? “La traducción se ha industrializado, y el cliente ha perdido a ese colaborador que entendía y se preocupaba directamente por su empresa,” concluye.

 

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