TÉCNICO EN EDUCACIÓN VIAL

La siniestralidad vial sigue siendo una de las principales causas de fallecimientos y lesiones, mortalidad y morbilidad mundial, a pesar de que las diferentes estrategias van asentando una tendencia a la baja en la estadística.

Los costes sociales ascienden a cifras incalculables, aunque la pérdida más importante no puede cuantificarse económicamente: las vidas humanas. El valor emocional no confraterniza con el económico, y por lo tanto, una víctima vial no puede restituirse con dinero en compensación por la pérdida.

Estos daños, asociados a las víctimas, son el punto de partida para evitar la producción de siniestros viales desde la acción humana y la prevención activa, en todos sus ámbitos y variables.

Las intervenciones desde las administraciones responsables de las vías, van encaminadas a reducir las cifras y minimizar los daños, mejorando las infraestructuras, pero no cabe ninguna duda de que la responsabilidad es mucho más amplia, de la sociedad en su conjunto, naciendo desde las actitudes humanas individuales para lograr una suma colectiva relevante, como usuarios de las vías donde se producen la gran parte de los siniestros viales.

El valor de esta componente humana, lleva implícita la voluntad y el compromiso por aproximarse a la corrección normativa, dentro de los espacios viales en los que el buen uso y la conducta intervendrían en una movilidad ordenada, respetuosa, y con un factor causal residual de los errores e imprudencias con una repercusión mínima en siniestralidad vial.

Evidentemente, las pruebas y datos nos presentan una imagen muy diferente, un marco referencial desordenado en el que el volumen de personas que apuestan por elevar el compromiso vial al máximo nivel representa una minoría.