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Gestión del estrés para el profesional sanitario

Trabajar en el ámbito sanitario implica un importante desgaste emocional y físico. Desgaste que se traduce, en no pocas ocasiones, en una menor implicación en el trabajo, en un estado exhausto, en un incremento de la irritabilidad y pérdida de motivación. Ante esta situación, la autora considera llegado el momento de explotar los beneficios de la inteligencia emocional.

Cotidianamente, el personal clínico ha de enfrentarse a la incomprensión de pacientes y familiares e, incluso, a la de sus propios colegas, situación que puede desencadenar una manifestación de estrés a escala fisiológica cognitiva y actitudinal, es decir, a la pérdida de la confianza en uno mismo, a una menor autoestima y a una frustración mayor. Un afrontamiento al estrés con una notable laguna aún por gestionar. Este colectivo considera, por tanto, imprescindibles protección y cuidado hacia su integridad, no sólo para dar la mejor profesionalidad o el trato más cercano y amable, sino para poder contar también con la posibilidad de escucharse a sí mismos y evitar de este modo la amenaza del desánimo o la enfermedad ante la extenuación. ¿Puede la inteligencia emocional ayudarles  en estos y otros aspectos?

Inteligencia emocional

Comencemos con la definición que Mayer realiza de la inteligencia emocional: «una habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás, promoviendo un crecimiento emocional e intelectual. De esta manera se puede usar esta información para guiar nuestra forma de pensar y nuestro comportamiento».

Recientes investigaciones han puesto de manifiesto la existencia de una relación positiva entre la inteligencia emocional, el bienestar y la salud, evidenciando correlaciones existentes entre los beneficios que aporta el desarrollo de la inteligencia emocional y la salud, especialmente en la mejor regulación del sistema inmunitario del individuo, en concreto en las células Natural Killer (García, 2015). De manera que la escucha activa, la empatía, la asertividad, la cercanía…, en definitiva, una personalidad con inteligencia emocional puede ayudar notablemente a superar el enfrentamiento al estrés que afecta tanto a pacientes como al personal sanitario.

Mayor nivel de compromiso

Tras una inteligencia emocional aprehendida por parte del personal médico, hay un paciente que se siente entendido, escuchado, apoyado, atendido, cuidado y respetado, una persona que logra un mayor nivel de compromiso, confianza en el tratamiento y consiguiente recuperación.

El personal sanitario consigue intervenir de la forma más adecuada ante determinados factores estresantes, lo que supone una gran ayuda en el cumplimiento de sus objetivos o para evitar peligros que pondrían en riesgo su integridad física o psicológica;  además el  adecuado afrontamiento al estrés ayuda a sentir sensación de eficacia, autorrealización, progreso y mayor.

A partir de los hallazgos que muestran los estudios citados, podemos concluir que fomentar la inteligencia emocional en el  ámbito sanitario es verdaderamente una poderosa ayuda para el desempeño de este trabajo:

  • Optimiza la relación médico/terapeuta-paciente (alianza terapéutica, joining, unión…) en aspectos relacionados con la calidad del cuidado y satisfacción del paciente.
  • Influye positivamente en el rendimiento y en la eficacia del proceso terapéutico.
  • Mejora la satisfacción personal y profesional que el sanitario siente a la hora de ejercer su trabajo, y, por consiguiente, en su implicación.
  • La rehabilitación, la recuperación del paciente es susceptible de experimentar una interacción también en relación a la inteligencia emocional del personal que le atiende.
  • Es esperable una recuperación más rápida y eficaz, con menor riesgo de recaída, y dotada de mayor autonomía. De este modo, el paciente podrá sentirse más seguro, con más herramientas y habilidades que a su vez potenciarán sus recursos personales.

Como quien extrae riqueza de una mina, es el momento de explotar los grandes beneficios que  aporta el desarrollo de la inteligencia emocional. Se trata  de generar una mayor conciencia sobre la mejora de la relación médico-paciente, para que esta alianza no se limite al diagnóstico y al tratamiento, a rigurosos estudios clínicos, a difíciles diagnosis, a procedimientos impuestos cuando no agresivos… No se trata de subestimar este valioso proceso que desemboca en la curación, sino de liberar del estrés que va en detrimento de estos logros profesionales y personales. En suma, de añadir el potencial que puede traer consigo «la alianza terapéutica con la inteligencia emocional» creando un vínculo médico-paciente más eficaz y más estrecho.

 

Autora: DRA. MERCEDES GARCÍA MARTÍN

 

Fuente: Actasanitaria

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