La colaboradora de OBS Business School, Verónica Figueroa, una de las profesionales más importantes que forma parte de esta institución educativa, ha realizado diversos planteamientos con respecto a la situación que se vive por estos días debido a la crisis causada por la pandemia del COVID – 19.
Antes de comenzar con su artículo, Figueroa realizó una investigación con sus amigos y más allegados acerca de qué significaba para ellos la palabra COVID y la palabra “cultura”, solo para saber qué es lo primero que piensan acerca de ello.
Precisamente con esto comenzó todo. Esta pequeña pregunta llevó a una conclusión casi general: la mayoría de las personas mencionaron al respecto cosas como el cierre de teatros, salas de cine, museos, centros cívicos, etc., así como la cancelación de eventos sociales como festivales y conciertos. Por otra parte, relacionaron la situación con las personas que han perdido sus empleos, especialmente los artistas y trabajadores que se desempeñan en la industria cultural.
Existen un millón de sitios web cargados de artículos periodísticos y académicos que se enfocan en el mismo tema, además, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cuenta con un espacio virtual donde las personas pueden observar las medidas que han tomado los gobiernos nacionales en cuanto a los cierres de espacios culturales y naturales como protocolos de bioseguridad para hacer frente a la crisis sanitaria causada por la pandemia. En este contexto, Verónica señala que “la imagen de un mapa mundial teñido de rojo es realmente escalofriante”.
Según Verónica Figueroa el término «cultura» lo asociamos en menor medida con las fiestas clandestinas que tanto nos enojan cuando las vemos en las noticias, o con las playas abarrotadas de gente, con los aforos discrecionales, con los «no puedes fumar en la terraza, esconde el cenicero debajo de la mesa», con las citas de Tinder y el sexo casual, con la creación del COVIMAT en Latinoamérica para seguir consumiendo la infusión del mate sin riesgo de contagio (dudosa eficacia) o con las teorías conspirativas. Tampoco asociamos cultura con los hijos que no aguantaron más sin ver a sus padres y los visitaron durante un fin de semana largo, con los abrazos fuera de la burbuja social, con los «es tu cumpleaños número 30, tienes que festejarlo sí o sí» o con los rituales fúnebres”.
Desde una perspectiva más amplia, la cultura puede concebirse como la forma en la que las personas se relacionan entre ellas mismas y con su entorno. En este marco, surgen dos preguntas importantes: ¿Cuál es el impacto de la pandemia en la cultura?, y ¿Cuál es el impacto de la cultura en la pandemia?
Para dar respuesta a estos planteamientos, Figueroa toma los ejemplos de la situación actual. En cuanto a la primera pregunta acerca de los efectos de la pandemia en la cultura, Verónica se refiere a las medidas que se han adoptado por los gobiernos para minimizar el número de contagios del virus y cómo estas han repercutido en la manera en la que la gente realiza diferentes actividades cotidianas como lo que hacemos en el tiempo libre, las celebraciones, el amor, e inclusive, la forma en la que se despiden a los seres queridos cuando fallecen.
Según la colaboradora de OBS Business School, “no estábamos culturalmente preparados para estar confinados durante meses, para el seguimiento estricto de medidas de higiene, para un distanciamiento social y muchísimo menos para interpretar la dimensión de una amenaza sanitaria mundial. Afortunadamente, también somos muchos y muchas los que no estábamos culturalmente preparados para que el Estado limitara varias de nuestras libertades individuales”. También señala que muchos de los países que se han visto masacrados por historias de terrorismo de estado, tampoco se encontraban preparados, social y culturalmente hablando, para enfrentar situaciones como los “toques de queda”, las restricciones perimetrales o los permisos de circulación.
Con base en ello, Verónica llega a la respuesta de la segunda pregunta, el impacto de la cultura en la pandemia. Según Figueroa, la cultura juega un papel importantísimo en el manejo de la crisis. Las personas actúan de acuerdo con ciertos patrones ya establecidos y es usual que el bien particular siempre esté por encima del bien común. Por ejemplo, muchas personas no tienen en cuenta que el bienestar de la comunidad está en manos de todos y actúan de manera poco responsable.
Estas actitudes se pueden ver reflejadas en comportamientos como volver a los bares pensando en que una fiesta o celebración no le hace daño a nadie, o dejar de lavarse las manos al ver que los contagios están reduciendo y no tener las precauciones de necesarias al hacer contacto con la gente; este tipo de situaciones evidencian la cultura de una sociedad. En su texto, Verónica cita las palabras de Bruna F. et al (2020): «En el ámbito más específico de las nuevas normas de higiene, distancia física y confinamiento, la capacidad o efectividad para invitar, convencer u obligar a la población depende de patrones culturales».
Con base en ello, Figueroa resalta que algunos países se encuentran atravesando lo que muchos llaman “la segunda ola del COVID – 19”, de manera que las medidas de bioseguridad y las restricciones nuevamente se han intensificado. Así que, todas las personas que ya habían olvidado la cuarentena y, así mismo, estaban empezando a retomar su vida social normalmente al asistir a bares, restaurantes y lugares de trabajo, se han visto obligados a acatar las nuevas normas de seguridad sanitaria para prevenir nuevos contagios.
Como conclusión, Verónica Figueroa sugiere que “es hora de cambiar nuestra mirada sobre esta situación y aumentar nuestro compromiso. Readaptando las palabras bonitas y no sensacionalistas de Julio Cortázar: de esta asumida adversidad, deberá nacer la mirada que necesitamos”.
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