extranjero

Hace dos décadas lo normal en verano era ir a un campamento durante quince días o de vacaciones con la familia otras dos semanas. El resto de las vacaciones eran para ir a la piscina, hacer los deberes estivales y jugar con los amigos. Había unos cuantos privilegiados que se iban «al extranjero» a estudiar inglés y volvían contando cuánto habían aprendido, las diferencias entre países y los amigos de todas partes del mundo habían conocido.

Ahora la idea y las posibilidades de pasar una parte del verano estudiando en un país diferente han aumentado tanto para los niños como para los adultos. Hay varios factores que han influido en esta democratización: el aumento de las becas (al menos hasta hace poco) para realizar estos cursos, el abaratamiento de los precios y la toma de conciencia sobre la importancia de los idiomas a la hora de acceder al mercado laboral. Los meses de verano suelen coincidir con los periodos vacacionales por lo que es más fácil encontrar tiempo libre para cursarlos. Además, en los destinos europeos, por ejemplo, la meteorología será más agradable lo que es un punto a favor (no todo es estudiar, también se puede aprovechar para conocer las ciudades).

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