Numerosas han sido las ocasiones en que me encontré con gente angustiada porque debía dar un discurso para un acto solemne y casi nunca faltó alguien que le dijera: “no te preocupes, total, los discursos no los escucha nadie”. La interpretación de este enunciado podría ser: Puedes decir la cantidad de estupideces que quieras, aún de la peor manera, ya que , de cualquier modo, no te escucharán.