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El precio de la imprudencia

Hace unos días analizaba el comportamiento de los tres principales índices bursátiles estadounidenses –NASDQ, S&P 500 y Dow Jones Industrial– y la correlación que habían tenido con el PIB durante estos cinco últimos años (2012-2016).

El efecto, aunque conocido, no deja de sorprender. Con una simple operación matemática podemos llegar a la conclusión de que si una familia hubiera invertido $100 en un pequeño negocio, con un comportamiento parecido al crecimiento de la economía norteamericana –la más importante del mundo– habría conseguido acumular una riqueza de $118. Si lo hubiera hecho, durante esos mismos cinco años, en el mercado de capitales y de forma diferente en DJ Industrial , S&P 500 y NASDQ la ganacia se traduciría en un valor final de $160, $173 y $197, respectivamente. Los datos hablan por si solos de la alta rentabilidad de los mercados de capitales y sus diferencias con la economía real.

Pensaba que la evolución de los ingresos totales y el resultado operativo de 28 empresas de las 30 sociedades que componen el Dow Jones Industrial (no disponía de información de Pfizer y JP Morgan), me darían la clave de esta alta rentabilidad. Tomando los tres últimos años, coincidiendo con el mayor crecimiento del índice, el resultado fue el siguiente:

a) 12 de las 28 sociedades aumentaron su facturación durante estos tres años, aunque la media de crecimiento de las 28 estaba cercana al -2%

b) Un 46% de las compañias aumentó su resultado operativo, mientras que si tomamos al conjunto de todas ellas, este porcentaje retrocedía en un -6%

El valor de las acciones

Es por lo menos extraño que durante este tiempo la evolución del DJ Industrial no hubiera tenido un ajuste proporcional ante estos más que regulares resultados. Es cierto que las cotizaciones se mueven por expectativas pero también que los ajustes deberían tener una correlación con los resultados. Lo cierto es que las correcciones se producían, pero en un plazo breve volvían de nuevo las alzas, utilizando una vez más la justificación de que “son las expectativas lo que corrige el valor de las acciones”.

Dentro de unos días tendremos la oportunidad de ver la tercera mayor salida a bolsa de una tecnológica, tras la china Alibaba y Facebook. Se trata de la popular red social Snapchat (Snap), cuya valoración podría estar cercana a los 19.000 millones de dólares. Su salida a los mercados supondrá la venta de un total de 200 millones de acciones y parte del importe obtenido servirá para que sus fundadores y algunos accionistas se aseguren una caja de más de 800 millones de dólares sin perder además, el control de la misma (retengan esta reseña para el final de mi artículo).

Es cierto que las cotizaciones se mueven por expectativas pero también que los ajustes deberían tener una correlación con los resultados

Las redes sociales también cotizan en bolsa. Tras hacerlo Facebook y Alibaba, ahora es el turno de Snapchat.

En estas próximas semanas tratarán de convencer a los inversionistas de la excelente oportunidad que supone, a medio plazo, ser accionista de la mencionada compañía. Sus ingresos pasaron de los 59 millones en el 2015 hasta los casi 405 del 2016. No obstante, al cierre de este último ejercicio sus pérdidas ascendían a 514 millones de dólares, importe superior a su facturación, con el doble de pérdidas respecto a 2015.

La nota incluida en el dossier presentado a la SEC, organismo regulador en los EEUU, dice textualmente: ”Siempre hemos registrado pérdidas operativas en el pasado, esperamos tener pérdidas operativas en el futuro y puede que nunca seamos capaces de ser rentables en el futuro”. Ante esta situación ¿qué indicadores utiliza el mercado para determinar si una acción genera valor? ¿qué es lo más preocupante?

Sin duda, la política económica prevista y anunciada por Donald Trump, basada en el aumento del endeudamiento y la liberalización del sistema financiero. Una forma de lanzar más gasolina al fuego, que recuerda al periodo de Reagan y Margaret Thacher, inicio de toda la problemática financiera en EEUU y Europa de estas dos últimas décadas.

Segundo, que la fiesta se acabe y el ajuste pueda ser severo.

Y tercero, ¿a quién y cómo afectará un más que posible ajuste?. Durante todo este periodo tan solo unos pocos se habrán asegurado capitalizar las ganacias obtenidas (como ejemplo, vuelvan a incorporar aquí la reseña anterior). Pero cuando aparezcan las pérdidas, éstas se socializarán. Pequeños inversores que han colocado sus ahorros en fondos de inversión y planes de pensiones, esperando que la fiesta no termine. Se tratará de ver si el otro resto de los mortales se verá afectado por los efectos colaterales ocasionados. Mucho me temo que si y que además implicará que estos también socialicen las pérdidas financieras de terceros. Tenemos experiencias recientes.

Rafael Sambola es profesor y director del Master en Dirección Financiera de EADA.

 EADA

Fuente: Blog EADA

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