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Consejos para mantener el entusiasmo y las ganas de aprender

Con el inicio del año académico llega la vuelta al cole de los más pequeños, pero también es el momento en el que muchos jóvenes y adultos deciden ponerse a estudiar un idioma o una nueva afición. Recién salidos del (relativo) descanso del verano, es fácil dejarse llevar por el entusiasmo y apuntarse a un montón de cosas. Lo difícil es, una vez empieza la cosa a ponerse seria, mantener ese entusiasmo sin que nos queme en la primera semana.  

En primer lugar, hay que entender que, aunque es fácil tener la rutina asociada con el aburrimiento y el malestar, el tener una regularidad en las costumbres nos facilita la vida. El problema suele ser que no nos planteamos la posibilidad de meter algo de ocio a lo largo de la semana, dejándolo en muchos casos para el fin de semana. Evidentemente, no es lo mismo un martes por la tarde que un sábado noche, pero, dentro de las posibilidades de cada cual, siempre es una buena idea, para que la rutina no nos afecte demasiado negativamente, tratar de poner alguna actividad de ocio entre semana. No tiene que ser algo muy elaborado; no es necesario siquiera que implique salir de casa. Algo como ver una serie que nos guste mucho los miércoles mientras cenamos algo que sea un poco especial puede suponer una ruptura con el trabajo y las obligaciones laborales muy interesante.

Evidentemente, no todo el mundo disfruta del suficiente tiempo libre: los cuidados en el hogar, especialmente cuando hay niños de por medio, suelen recaer de forma asimétrica en uno de los miembros del hogar (frecuentemente la mujer, de haberla). No tendría sentido hablar de introducir ocio si todo el tiempo está absorbido por completo por tareas domésticas que se amontonan sobre las laborales. En esos casos, es urgente encontrar ayuda, dentro o fuera del núcleo de convivencia, que permita una vida digna a todos los miembros.  

En cuanto a la vuelta al cole o el aprendizaje de nuevas cosas, es esencial que asociemos lo que nos cuesta acometer a algo que nos agrade, que nos “premiemos” a nosotros mismos por hacerlo. Por ejemplo, quien decide comenzar a estudiar inglés por las tardes, podría perfectamente, al terminar la clase, hacer algo para premiarse. No tiene que ser nada muy grande ni muy llamativo (desde tomar algo hasta ir al cine o, en general, hacer algo disfrutable); lo que sí es esencial es que sea sistemático. Que siempre que hagamos lo que nos cuesta, lo sigamos de lo que nos gusta, lo más pegadito posible. Se trata, en pocas palabras, de entrenarnos a nosotros mismos para que nos cueste menos hacer esas cosas que queremos hacer pero que tanto cuestan. No hay que esperar a que “nos salga” hacerlo: hay que premiarlo.  

Escrito por

Ricardo de Pascual – Doctor en Psicología Clínica y de la Salud y Máster en Terapia de Conducta. Imparte clases en la Universidad Europea de Madrid y trabaja como terapeuta en ITEMA (Instituto Terapéutico de Madrid). 

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