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Pedir una beca para estudiar una Carrera Universitaria: un caso real

Se llama Aina, tiene 22 años, reside en un pueblo de la provincia de Girona y está en el cuarto año de la carrera de Historia, en la Universitat de Girona.

Vive en una familia numerosa —reconocida como tal por la Administración—, monoparental y con la madre, la cabeza de familia, en el paro.

Los ingresos familiares son más bien modestos, hasta el punto de que tanto ella como sus hermanos se ven obligados a trabajar para llegar a fin de mes.

Aina además debe recorrer a diario los casi 50 kilómetros que separan su casa de la facultad gerundense.

En consecuencia, cumple con los requisitos mínimos para acceder a una beca de grado.

 

Los trámites.

Contra lo que era habitual en épocas pasadas, en las que el estudiante debía hacer cola en un rosario de ventanillas, desde hace pocos años la solicitud de beca se lleva a cabo estrictamente por Internet.

“Te pones en la página del Ministerio, te registras y allá, cuando se puede, se inicia un trámite para pedir la beca. Llenas los formularios que te piden y pones ‘enviar’, si estás seguro”, comenta Aina.

¿Y nada más?  “No, no presentas ningún tipo de papeleo. Me imagino que lo comprueban todo ellos mismos. Por ejemplo, nunca me han pedido un registro de los dineros que [en mi familia] ingresábamos. Nunca me han pedido nada. O lo deben mirar por Internet o se lo creen”, responde.

 

Calendarios.

Deducir cuando se abre la ventanilla virtual para iniciar los trámites de solicitud de beca es a menudo un misterio. Aina vincula el período de tramitación con el de matriculación de su universidad —“Me lo dice la UdG [el calendario de tramitación] cuando me avisa del período de matriculación”—.

Al hilo de la desinformación, preguntamos a Aina acerca de cuando se percata de si le han concedido la beca. Su respuesta es contundente: “Muy tarde, ya casi cuando se ha acabado el curso: a finales de abril. Durante el resto del año, cruzo los dedos para ver si me la conceden”.

No obstante, con respecto al calendario de la tramitación, algunas cosas han cambiado: “Este año lo han hecho diferente, y puedes seguir el trámite de la beca desde una página web.

Antes solo te decían «‘La beca está en trámite’ y tenías que esperarte hasta abril para recibirla”.

Pero la concesión definitiva de la ayuda sigue siendo un misterio: “No te avisan —comenta—, vas un día al banco y dices: ‘Uy!, me la han ingresado’.

 

Los cambios tras la reforma del sistema de becas

No sin debate, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte aprobó el pasado mes de agosto un nuevo sistema de becas que elimina diferentes modalidades y las sustituye por otras de nuevo cuño, acota los requisitos económicos y establece una nueva clasificación —los umbrales— y aumentaba el nivel de exigencia de los requisitos académicos.

“No he apreciado grandes cambios”, apunta, y añade: “Los dineros que Wert decía que aumentarían no los he visto por ninguna parte”.

¿Y entonces, qué ha cambiado? “He notado que mis compañeros se quejan de que no la pueden recibir, porque han cambiado los requisitos académicos y han suspendido alguna asignatura”, responde.

Sobre las condiciones económicas, Aina asegura que, para acceder a según que becas se debe de estar “casi en el umbral de la pobreza”.

 

Otros recursos

Además de las becas ministeriales y autonómicas, las universidades españolas acostumbra a ofrecer ayudas propias.

Son las llamadas becas de colaboración.

No confundir con las que gestiona la Administración para doctorandos en departamentos universitarios que el propio centro académico ofrece para trabajar en la biblioteca, en el servicio de atención a los estudiantes, etc., y que Aina nos recuerda que “implican trabajo remunerado”, aunque, como en el caso de ciertas ayudas gubernamentales, “se presenta mucha gente y es [casi] imposible obtenerlas”, apunta.

 

Un consejo.

Para finalizar la conversación, pedimos a la futura historiadora un consejo para cualquier aspirante a becario que esté leyendo este artículo.

Más allá de sugerirnos que combinemos la búsqueda de becas ministeriales —o autonómicas— con las que ofrece la propia universidad, Aina apela al pesimismo como sinónimo de realismo práctico: “Si tienes esperanzas de que concedan [determinadas becas] no las tengas porque las dan a muy poca gente”. No es quizá el mejor de los consejos pero sí un buen consuelo.

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