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China, en pleno proceso de transformación

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Hace tan solo unas semanas la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) pedía al G20 que adoptara más reformas estructurales para consolidar la recuperación económica mundial. Al mismo tiempo Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), insistía en la existencia de un entorno frágil, que hacía necesario tomar medidas urgentes para impulsar el crecimiento y afianzar la senda de la recuperación.

Varias pueden haber sido las razones para encender las alarmas, pero destaquemos principalmente tres. La primera es la incertidumbre de la evolución de la economía china, y como consecuencia de ello, la de los países emergentes. Un segundo factor es el impacto político y económico del Brexit. A esto añadiría la difícil resolución de la crisis de la inmigración. Se trata, sin duda, de un escenario que ha hecho que el pesimismo se apodere de más de uno: “El entorno actual tiene similitudes con la crisis de 2008”, admitió George Soros cuando la bolsa china se desplomaba.

Es evidente que China está en un profundo proceso de transformación con una serie de retos que son claves para su desarrollo económico: mayor regulación y control del sector bancario, mejora del PIB aportado por las regiones interiores del país, minimización de los desequilibrios sociales existentes, implantación y progreso del sector servicios, reestructuración de su industria debido a su sobrecapacidad productiva, etc.

Diagnóstico de la economía china

Pero, ¿cuál es realmente la situación económica que atraviesa actualmente este país? La respuesta es compleja ya que en primer lugar la información que ofrece su gobierno es escasa y al mismo tiempo opaca. Aun así, con los pocos datos financieros, económicos y coyunturales que disponemos podríamos hacer un breve balance de su situación real.

EADA4Si nos fijamos, por ejemplo, en los datos PMI (Purchasing Managers IndexTM), que analizan la evolución de los sectores servicios, manufacturero o de la construcción, podemos extraer varias conclusiones interesantes. Por un lado, las empresas del sector servicios registraron el pasado mes de enero su mayor aumento de actividad de los últimos seis meses. Como contrapartida, el sector manufacturero continuó deteriorándose por séptimo mes consecutivo, con una caída del consumo interno y de la demanda de productos para la exportación. No obstante, el PMI compuesto –que incluye los sectores antes mencionados más el de la construcción– reflejaba a inicios de febrero del 2016 un ligero aumento de la actividad, liderado principalmente por el sector servicios.

Tampoco podemos pasar por alto la evolución del precio del petróleo, con caídas del barril de Brent del 48% en el 2014 y 34% en el 2015, uno de los aspectos que algunos economistas relacionan de forma directa con la situación de China. Pero en este primer año de caídas, su PIB fue de 17,6 billones de dólares, tan solo una décima por debajo de lo previsto por su gobierno y por primera vez, 200 mil millones de dólares por encima del PIB de EE.UU. Aunque todo ello constata un aterrizaje suave de su economía de ninguna manera justifica la volatilidad del precio del petróleo. Es importante además añadir que esta causa-efecto entre economía y petróleo no es tan evidente, pues actualmente dos terceras partes del consumo energético de China proceden del carbón y el resto, del petróleo y otras energías.

Otra fuente de inestabilidad es la devaluación encubierta de su moneda. No hay duda de que esta situación supone una debilidad y un riesgo para el mercado chino. Sin embargo, al encarecerse el precio de las materias primas adquiridas en dólares sus exportaciones pueden llegar a ser al final más competitivas.

Igualmente, la mala evolución de la bolsa china se ha visto con gran preocupación por parte de los principales analistas. Una situación que ha arrastrado por efecto contagio a la mayoría de bolsas mundiales. Efectivamente estas caídas manifiestan en parte la desaceleración de su economía, pero a mi entender tampoco explica el derrumbe tan importante de sus valores. Hace dos años nadie dudaba de los incrementos de las cotizaciones en más del 150%. Evidentemente se trató de un alza ficticia y que ahora la ha llevado a una acentuada rectificación de sus índices bursátiles.EADA

A todos los factores anteriores deberíamos añadir el exceso de protagonismo de las instituciones públicas chinas en la gestión de las empresas, lo que dificulta, burocratiza y merma su desarrollo. Basta decir que el ROE (Rentabilidad del Capital Invertido) medio de las compañías intervenidas por el Estado es de tan sólo un 6%, mientras que su ROI (Rentabilidad de sus Inversiones) es un 50% más bajo que la media de las empresas de la zona euro. Pero no nos podemos quedar solo con este dato. También hay que tomar como referencia a empresas con un potencial de crecimiento formidable –como Huawei, Lenovo, DJI, Xiaomi o Alibaba– que dedican entre el 10% y 15% de su facturación a I+D y en las que más del 40% de sus empleados son ingenieros. Se trata de un conjunto de fortalezas que les permite innovar y lanzar sus productos con mayor rapidez que sus competidores. Prueba de ello es que China solicitó en 2014 más de 700 mil patentes, más del doble que las solicitadas por EE.UU.

 Oportunidades para China y la UE

Podemos decir que China está preparada para el crecimiento y no dejará escapar la oportunidad de mejorar el futuro de sus más de 1.300 millones de habitantes. Así lo considera también Oxford Economics que prevé que en el 2030, de las quince ciudades que aporten más PIB en el mundo, nueve estarán ubicadas en China. No hay que olvidar que en 2008 este país desarrolló un ambicioso plan de inversiones en infraestructuras de más de 500 mil millones de dólares para asegurar este crecimiento. Estas mejoras han supuesto por ejemplo que, de los diez puertos más importantes del mundo, siete estén situados en esta región.

China tampoco desaprovechará su excelente posición geoestratégica y geopolítica. El gobierno ya ha manifestado en diversas ocasiones su intención de aumentar la influencia internacional en el movimiento de flujos comerciales y financieros. Es precisamente la consecución de este reto tan ambicioso lo que ha impulsado al país a plantearse una nueva Ruta de la Seda –lo que han definido como One Belt One Road–. Esta es la respuesta del gobierno chino al propósito de EE.UU de aislarla internacionalmente mediante los acuerdos de la Asociación Transpacífico (TPP) y Asociación Transatlántica (TIPP). La versión del siglo XXI de su legendaria Ruta de la Seda se plantea como una extensa red dEADA5e comunicación y transporte –autopistas de la información, transporte ferroviario, marítimo y terrestre– para mejorar la conectividad entre China, Euro-Asia y África y asegurar el camino hacia el crecimiento económico. Para dar coherencia a este proyecto inspirado en una lógica inclusiva de países (en vez de una competencia entre bloques), China ha liderado la creación del Banco Asiático de Inversiones e Infraestructuras (BAII) con el objetivo de dar respuesta a cierta inoperancia del Banco Mundial.

Los países de la Unión Europea, a pesar de su bajo PIB, de la billonaria política monetaria llevada a cabo por el BCE y de la crisis de la inmigración y del Brexit, también tienen a su alcance toda una serie de oportunidades. Pero todas estas pasan por restablecer vínculos con China y el resto de países de Asia-Pacífico. Esto supone romper su tendencia de crecimiento lateral, hacer un planteamiento global de su economía y tener valentía para diseñar una estrategia de futuro. Su implicación en la financiación y desarrollo de la Ruta de la Seda puede ser una gran oportunidad para sus empresas y para la creación de empleo. Algo que nos hace mucha falta y que no podemos dejar escapar.

Fuente: Blog EADA Business School

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