El pasado 12 de diciembre se selló el gran acuerdo de la cumbre contra el cambio climático que se celebró en París por parte de los 195 estados presentes en una reunión que puede ser histórica. El reto: No subir más de dos grados centígrados la temporada global del planeta en lo que queda de siglo.
Que la Tierra está viviendo un deterioro del Medio Ambiente que puede hacer peligrar hasta la pervivencia de nuestra especie es una obviedad, por ello la necesidad de celebrar la cumbre por el clima en la capital francesa, como también lo demuestra el aumento de la temperatura global, fenómenos como el efecto invernadero, la lluvia ácida, etc.
La diferencia principal entre este acuerdo y su antecedente, los protocolos de Kyoto, está en que el de ahora es jurídicamente vinculante y obliga a los sectores financieros, los estados y empresas a ejecutar las inversiones y remodelaciones necesarias para reducir drásticamente el envío de gases contaminantes.
La cumbre del clima y sus carencias
Aunque el acuerdo sea vinculante la realidad es que no especifica ni el cómo ni el cuándo y no pasa de una voluntad de reducir la contaminación y evitar el aumento desmedido de la temperatura global del planeta.
Por ejemplo, ¿qué debe hacer exactamente un país como la China, dependiente del carbón para generar electricidad? ¿O en qué punto de responsabilidad quedan países como Estados Unidos, Rusia o economías emergentes como la India o el Brasil?
Por otro lado, dentro de los acuerdos se incluye un fondo de 100.000 millones de dólares por los países desarrollados para trabajar de cara a la reducción de emisiones de gases contaminantes y se modulan, genéricamente, la responsabilidad de los países.
En casos como el de España el acuerdo obliga a reducir de los 240 millones de toneladas que envía hoy a los 210 pero en las economías emergentes podrán seguir aumentándolas, aunque en principio a menor intensidad de lo que han hecho hasta ahora.
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