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¿Feedback 2.0 ?

Una de las herramientas didácticas más potentes y fáciles de implementar para cualquier docente es la apreciación positiva de la conducta de un alumno, lo que entre bambalinas y anglicismos nos gusta denominar “feedback positivo”.

Desde un simple gesto de aprobación (por ejemplo, una sonrisa) hasta la petición de un aplauso por parte del resto de la clase ante el desempeño excelente de un alumno, el refuerzo que proviene de nuestros pares y personas de referencia ha demostrado ser un potente generador de bioquímica cerebral asociada a patrones de refuerzo y recompensa (Norcini, 2010).

Como toda técnica aparentemente sencilla, la experiencia nos muestra que aunque todo académico es capaz de expresar feedback, su uso realmente eficaz es un excelente indicador de la valía del docente en cuestión: Frente a profesionales que lo dispensan cual aspirinas a diestro y siniestro, de forma desproporcionada e independiente al esfuerzo del alumno, como defensa en aquellas situaciones en las que se sienten incómodos frente a su alumnado o poco seguros de su propio conocimiento, tenemos a aquellos que lo utilizan de manera focalizada, anclándolo de forma consistente a una intención pedagógica detrás de la acción, meditando la cantidad y la magnitud del mismo y ligándolo siempre a una comunicación explícita de la conducta reforzada (Bonnel et al., 2011; Leibold et al., 2015), para que no quede duda al receptor sobre la causa del reconocimiento, y sea además capaz de valorarlo en su justa medida al ser un evento de frecuencia reducida (Getzlaf, et al., 2009).

Somos altamente susceptibles a la presencia o ausencia de refuerzo positivo, y resulta un excelente y sencillo medio para mover al alumno fuera de su zona de confort y permitirle obtener una referencia sobre el impacto de sus resultados (Price, et al., 2010).

¿Sucede lo mismo cuando los procesos de aprendizaje se producen en entornos virtuales? Los ámbitos virtuales se han convertido hoy en uno de los puntos de encuentro más importantes entre docentes y comunidades de aprendizaje. Solo tenemos que fijarnos en el movimiento MOOC y sus derivados, en el inevitable crecimiento de los videotutoriales como contenido de las plataformas de video más conocidas o en la virtualidad que puebla la gran mayoría de entornos personales de aprendizaje.

Sorprendentemente el medio tecnológico no invalida todo lo anterior, ni siquiera obliga a los docentes de feedback eficaz a cambiar sus estrategias. Estudios recientes ligados a redes sociales muestran que la segregación de oxitocina, la hormona ligada a fenómenos prosociales, de aceptación por terceros o de apego y comunidad que aparece en procesos tan importantes como el embarazo, se produce también al recibir “likes” u otras formas de apreciación social equivalente en redes sociales (Zak, 2013).catedraupm

Ante esta tendencia, debemos reflexionar sobre los retos que como docentes tenemos por delante. Una de las grandes ansiedades de la comunidad docente está siendo no ser capaces de ponernos al día en la última app educativa o red social de referencia. Esta meta (ya sea autoimpuesta o impuesta por las organizaciones en las que vivimos) va a seguir siendo una fuente de frustración a la altura del logro de la felicidad permanente en nuestra vida.

Antes de intentar ponernos al día en todo el abanico de herramientas innovadoras,  quizás el ámbito académico debamos plantearnos seguir entrenando nuestras habilidades más básicas como docentes. Por ejemplo nuestra capacidad de anclar el refuerzo positivo a las conductas concretas que según nuestra estrategia el alumno necesita para llegar a su meta. Porque esta cuestión tan potente y sencilla seguirá siendo útil mientras los que aprendan sean seres humanos.

Independientemente de la tecnología.

Fuente: Blog Cátedra UPM Innovación y Competencias

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