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Impuesto Verde: la esperanza fiscal del planeta

El cambio climático, la escasez de recursos naturales o el uso de sistemas energéticos contaminantes son problemas a los que no permanecen ajenas las instituciones. Existe un compromiso por su parte de contribuir a paliar estos problemas ambientales desde todas las áreas, incluida la fiscalidad. 

El impuesto verde, viene a dar respuesta a las voces que alertan de un deterioro del medio ambiente por el uso de energías que dañan la capa de ozono, la contaminación de algunos residuos o la emisión de gases que pueden ser nocivos incluso para la salud de las personas.

¿Qué es el Impuesto Verde?

Los objetivos marcados por la Unión Europea, y que dan lugar a la creación de este impuesto, son reducir los efectos del cambio climático que puede tener consecuencias devastadoras (si no se lleva a cumplimiento el Acuerdo de París), el uso sostenible de los recursos como medida de garantía de la eficiencia energética, y la utilización de sistemas de transporte y energéticos menos contaminantes.

De una forma más concreta, la Eurostat, la Comisión Europea, la OCDE y la Agencia Internacional de Energía (IEA) define:

los impuestos verdes son aquellos que cuya base imponible consiste en una unidad física (o similar) de algún material que tiene un impacto negativo, comprobado y especifico, sobre el medio ambiente”.

Los impuestos verdes se rigen por lo que se conoce en el argot económico como externalidad. Es decir, a través de la regulación de estos impuestos verdes, se pretende que, a la hora de fabricar un producto, la empresa opte por hacerlo sin poner en riesgo la salud del planeta. En este contexto, el impacto ambiental que se produce debe ser abonado por quien lo produce. De una forma más coloquial, se podrá decir que, quién contamina paga.

¿Qué grava el Impuesto Verde?

El término conocido como fiscalidad verde, tiene su regulación estatal en cada uno de los estados miembros. Ahora bien, existe un consenso internacional en cuanto a determinadas actividades que deben ser gravadas por el impuesto verde, entre las que se encuentran:

  • Las emisiones de SO2 (dióxido de azufre) que se producen de la combustión del carbón, petróleo, diésel o gas natural. 
  • Las emisiones de NO y NO2 (monóxido y dióxido de nitrógeno) procedente de vehículos de combustión.
  • Las emisiones de CO2 (dióxido de carbono)
  • La gestión de residuos de todo tipo.
  • La contaminación acústica derivada del transporte aéreo.
  • Los productos energéticos.
  • La contaminación acuífera como consecuencia del uso de fertilizantes o pesticidas.

¿Qué Impuestos Verdes hay en España?

Los impuestos verdes en España se centran en mayor medida en la energía y el transporte. De una forma más detallada, existe una fiscalidad verde en:

  • Hidrocarburos
  • Electricidad
  • Venta de determinados hidrocarburos al por menor. 
  • Determinados medios de transporte.
  • Vehículos de tracción mecánica.
  • Control de vertidos.

Si se tienen en cuenta los datos reflejados por el Eurostat de 2017, la media europea de porcentaje de impuestos verdes está en un 6,14% sólo superada por países como Grecia, Eslovenia o Letonia que se encuentran por encima del 10%. En cambio, la imposición verde en España es insignificante, ya que solo un 5,4% de los tributos están destinados al cuidado del medio ambiente, según los datos aportados por este organismo. 

¿Cómo puede tener éxito la fiscalidad verde?

La fiscalidad verde de un estado requiere de una labor por parte de las instituciones orientado a tomar conciencia sobre los problemas ecológicos, teniendo en cuenta las necesidades de quienes llevan a cabo una actividad empresarial. De una forma más concreta, el éxito de los impuestos verdes debe tener en cuenta los siguientes aspectos:

  • Sin excepciones: debe existir un compromiso firme que castigue fiscalmente las actividades que contaminantes, evitándose excepciones de ningún tipo.
  • Proporcional: el daño causado y la carga fiscal que se derivan deben estar equiparadas, de manera que se eviten imposiciones desproporcionadas.
  • Empatía: la fiscalidad verde, no puede menoscabar la competitividad de las empresas de forma repentina, sino que, se podrán establecer periodos de transición para que puedan adecuar sus infraestructuras o flujos de trabajo para cumplir con el impuesto verde.
  • Complementario: junto con la fiscalidad, los impuestos verdes deben ser un elemento más de las políticas de cuidado del medio ambiente llevadas a cabo por los estados, a las que compaginan. 
  • Concienciación: debe existir un esfuerzo por parte de las organizaciones de transmitir el mensaje de los beneficios que estos impuestos verdes aportan a la salud del planeta y sus ventajas en el combate de los principales problemas ecológicos.

El seguimiento de estos principios será fundamental para que las organizaciones puedan cumplir con lo que se conoce como responsabilidad social empresarial en materia medioambiental, en el cual podrás profundizar en el Curso de Responsabilidad Empresarial. A nivel europeo, se establecen medidas que recogen obligaciones, recomendaciones y estándares internacionales que requieren de profesionales cualificados en escuelas de negocios como INEAF para llevar a cabo una gestión adecuada de la gestión ambiental, como la que recoge las normas ISO 14000.  

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