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La Cooperación Internacional ante las nuevas ideas sobre el desarrollo

Transcurridas ya largas décadas desde que comenzaron las iniciativas de cooperación internacional para el desarrollo, los problemas globales y las carencias en aspectos básicos vitales para millones de personas, distan de estar solucionadas. Por tanto, cabe preguntarse por los motivos de estos problemas, o si son necesarios cambios de fondo en lo que se refiere a las cuestiones de desarrollo y cooperación en el marco de la globalización.

La cooperación internacional al desarrollo surge tras la Segunda Guerra Mundial ante las dificultades que grandes partes del mundo tenían para progresar, especialmente en términos económicos. A partir de esa fecha se constituye un amplio sistema que incluye organismos multilaterales (Banco Mundial, diversas agencia y programas de Naciones Unidas…) y agencias estatales como principales agentes, junto a crecientes iniciativas solidarias de la mano de las organizaciones de la sociedad civil.

El foco de los organismos internacionales se fija entonces en las transferencias exteriores y especialmente en la Ayuda Oficial al Desarrollo. Estos fondos deberían servir para impulsar cambios en los países de menores ingresos y permitir progresivamente un aumento de su renta, así como una convergencia con los países industrializados.

Una problemática compleja

Con el tiempo, sin embargo, se aprecia que la problemática de desarrollo es más compleja y está más interrelacionada. El crecimiento económico, por ejemplo, no siempre producía los efectos deseados y era compatible con amplios problemas de pobreza y desigualdad. Cuestiones referidas a la desigualdad de género, u otras vinculadas a los derechos humanos, iban mostrando las dificultades de avance en un camino complejo para muchas sociedades.

El propio modelo de respuesta, por otro lado, no tenía en cuenta las claves de la interdependencia económica y financiera mundial y, en muchas ocasiones, las propias políticas de los países de mayor renta resultaban además contradictorias con los propios objetivos de los flujos de ayuda. Es el caso por ejemplo de las políticas comerciales, las relacionadas con la deuda, o también, como caso extremo, la de las ventas de armas a países que posteriormente sufren crisis humanitarias severas.

Un aspecto clave, señalado desde los años 70 del siglo pasado, es el de la insostenibilidad del modelo propuesto. Dado que el nivel de producción y consumo de los países considerados “desarrollados” no es universalizable con los límites planetarios, los propios objetivos y el propio concepto de desarrollo deberían revisarse radicalmente.

Todas estas cuestiones han ido llevando a un necesario replanteamiento del propio concepto de desarrollo, que ha dado lugar a debates como el del desarrollo humano y el desarrollo sostenible, así como a voces que reclaman directamente superar el marco de la idea de desarrollo para pasar a hablar de cooperación para la justicia global o para la convivencia global.

Las propias agendas de desarrollo, con sus limitaciones, recogen también parte de todas estas cuestiones y problemáticas. Así, la Agenda 2030 reúne aspectos relacionados con la pobreza, salud, educación o desigualdades, junto a otros vinculados con problemáticas y urgencias ambientales. Se rompe con la dicotomía entre países desarrollados y no desarrollados a la vez que se habla de la insostenibilidad del modelo, en un planteamiento no exento de contradicciones. 

Por otro lado, la amplitud de la agenda deja clara la imposibilidad de abordarla tan solo con la Ayuda Oficial al Desarrollo. Aunque este instrumento siga siendo clave en muchos entornos, los problemas planteados no se resuelven únicamente con transferencias, y de hecho requieren cambios de fondo en todo tipo de políticas y en todos los países.

El papel del Instituto Hegoa

En este marco, las líneas de formación e investigación del Instituto Hegoa tratan de profundizar en todas estas cuestiones explicadas anteriormente, cuestiones que afectan tanto a la conceptualización del desarrollo como a la propia práctica de la cooperación internacional, que sigue muy vinculada a un sistema poco efectivo ante los cambios observados.

Así, una cooperación internacional, para promover verdaderos cambios, debe atender al nuevo contexto y la experiencia de décadas de trabajo. 

En primer lugar, es necesario apostar por la cooperación (frente a la competición) como concepto y visión, ante retos globales como los que van surgiendo (migraciones, pandemias, clima…).

Es necesario también superar los enfoques Norte-Sur y plantear nuevos mecanismos de financiación y redistribución globales, que revisen cuestiones como la deuda externa, la fiscalidad internacional o las normas de comercio.

Los propios contornos de la cooperación internacional deben ampliarse, dando lugar a la participación de nuevos agentes (cooperación multinivel y multiactor) y a la ampliación a políticas de todo tipo, más allá de la ayuda. En este sentido, cada vez es más clara la urgencia de ampliar y democratizar el actual sistema de cooperación al desarrollo.

Si te ha interesado este artículo, puedes consultar la oferta formativa del Instituto Hegoa.

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