Hay quien necesita (la gran mayoría de los mortales) casi dos décadas de vida para llegar a la universidad. Sin embargo, también existen algunas excepciones notables que se empeñan en bajar la media de edad de los universitarios. Este es el caso de Laurent Simons, un niño prodigio belga, que empezará a estudiar una carrera con tan solo ocho años. De hecho, Laurent aprobó los seis años de secundaria en tan solo uno y medio, y su graduación la compartió con compañeros de 18 años.
Según han explicado sus padres la radio belga RTBF, el menor tiene un coeficiente intelectual de 145. Este hecho le ha permitido finalizar sus estudios secundarios con gran rapidez y empezar a pensar en otros retos. Hay que tener en cuenta que una persona con inteligencia media se encuentra en un coeficiente entre 90 y 110. De entre todas las áreas del conocimiento, Laurent tiene un interés especial por las matemáticas porque son “muy amplias, hay estadísticas, geometría y, álgebra”, lo que a él más le gusta. De momento, duda entre ser astronauta o cirujano. ¡Estaremos atentos a sus pasos!
¿Qué nos enseña la historia de Laurent Simons?
- El talento no tiene edad. Lo hemos constatado muchísimas veces entre los cientos de jóvenes que han pasado por la sección Actualidad Emagister. Cuando hay talento, no hay edad ni norma que valga. Eso sí, conviene que los niños que tienen capacidades especiales gocen de un entorno estable que los ayude a desarrollar sus ideas sin demasiada presión. Son talentosos, eso es innegable, pero necesitan disfrutar de su infancia como cualquier otro niño.
- Las adaptaciones curriculares, una herramienta para potenciar el talento. Es importante que los docentes estén preparados para atender a un alumno que destaca por encima de la media. En este sentido, uno de los retos más habituales es que el alumno no se aburra en el aula ni pierda el tiempo.
- No hay que olvidar el ocio ni las relaciones sociales. Las altas capacidades académicas son una parte importante en la vida de niños como Laurent. Sin embargo, no hay que olvidar que hay otros aspectos primordiales de la vida que todos los niños deben desarrollar y potenciar: por ejemplo, las relaciones con las personas de su edad o la capacidad para interactuar en espacios de ocio.
