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El selfie de la discordia

Con el uso de las redes sociales, hoy en día nuestra vida es menos privada y más del uso de los que nos rodean… y de los que no. Sí que es cierto que somos nosotros mismos los que hacemos visibles nuestros viajes, celebraciones o estados de ánimo mediante instantáneas que subimos a la red para que los demás puedan verla, para compartir esos momentos con nuestros seres queridos o simplemente para que la comunidad digital sepa lo felices que somos o la estupenda ensalada que nos estamos comiendo.

Redes sociales como Facebook o, sobretodo, Instagram hacen posible este aluvión de fotos subidas cada hora y ponen de moda acciones o incluso hacen que términos como selfie se conviertan en las palabras más utilizadas del año. Tomarse una foto de sí mismo se ha hecho desde tiempos inmemoriales, pero si lo hacen un grupo de famosos en la entrega de los oscars se convierte en trend y rápidamente el mundo gira dándole a su comunidad un nuevo divertimento. Es más, trae consigo una gran empresa productora de Palos selfie, cámaras especialmente diseñadas para las autofotos, adornos, etc.

“Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”. Nicolás Maquiavelo se adelantó a su época y ya predecía que iba a venir la era selfie y la explosión de instagram, pero con lo que no contábamos es con el arma de doble filo que resultan las redes sociales, y subir una foto puede acarrear serios problemas. Derechos de autor, propiedad intelectual, copyright o violación de la privacidad son algunos de los términos con los que pueden acusarte si en tu magnífica foto del paisaje soñado, aparece alguien que no desee salir o que quiera buscar las cosquillas al fotógrafo, y si no que se lo digan a David Slater.

David, natural de Inglaterra y fotógrafo de naturaleza, viajó en 2011 a Indonesia para tomar fotografías del macaco negro crestado, una especie de primate poco común y en peligro de extinción. Durante sus preparaciones, un macaco hembra cogió su cámara y tomó varias fotografías. Muchas de ellas eran inservibles, pero hubo una que se acabaría convirtiendo en uno de los selfies más famosos del mundo, el primero hecho por un animal, al que se bautizó como Naruto. Pues bien, este hecho que no hubiera sido más que una divertida anécdota para cualquiera, se ha convertido en un calvario para Slater, quien no se podía imaginar todos los problemas que le iba a acarrear aquella cómica instantánea.

Naruto apretó un botón, se sacó una foto y la justicia comenzó a trabajar. ¿De quién eran los derechos de la imagen? ¿Del animal o del fotógrafo? Al ver esa imagen publicada, la organización  PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales) demandó a Slater: pedía que el animal debía beneficiarse de la protección de los derechos de autor de la imagen. La lucha por los derechos de una autofoto hecha por un animal era vital, el futuro del planeta dependía de ello, era cuestión de vida o muerte,  así que era necesario dedicar cualquier esfuerzo necesario de la justicia para resolverlo. Pues bien, 6 años después de ser tomada la foto, el fotógrafo y la organización PETA, que reclamaba los derechos de Naruto, han llegado a un acuerdo: el fotógrafo donará el 25% de los futuros ingresos generados por la foto a organizaciones que protejan a Naruto y los demás macacos crestados de Indonesia.

Curiosa historia la de Naruto y David, curiosa batalla la que mantuvieron los abogados del demandado y de la asociación demandante. Pero cosas como estas siembran precedente y hacen revisar las leyes, aunque también hacen recapacitar al ser humano de hacia dónde nos lleva esta civilización, si realmente enfocamos nuestros esfuerzos y luchas hacia lo realmente importante. Gracias a PETA, las asociaciones que protegen a Naruto podrán poner su famoso selfie como imagen publicitaria de los plátanos y lucrarse de ello, perdón, ayudar a que su entorno y vida sean lo más placentero posible. Que la ironía no os haga pensar mal, los animales merecen el mismo respeto (o más en algunos casos) que las personas, pero… ¿creéis que era necesario todo este revuelo? ¿No sería más lógico demandar esa ayuda a quien realmente puede ejercer para que no exista ese peligro de extinción?

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