Encuentra tu curso ideal

9%

¿Qué quieres estudiar?

El tipo de vínculo de apego creado en nuestra infancia y su gran importancia en la vida adulta

Autoestima, confianza, prosocialidad, identidad, memoria emocional… Gran parte de la base de nuestra personalidad y carácter, de nuestra esencia convertidos ya en adultos, se modela con el vínculo de apego con nuestros progenitores. Es lo que explica, asentada en una frondosa e interdisciplinar investigación y comprobación científica, la teoría del vínculo de apego (paterno y materno). Sobre esta teoría profundizó Santiago L. –experto en Inteligencia Emocional y colaborador honorífico del Instituto Psicobiológico– en nuestro último seminario de nuestro Máster multidisciplinar en Inteligencia Emocional, Psicología Positiva, Neurociencia, Coaching y estudio científico de la felicidad a través de dos ponencias que compartían el título: ‘La trascendencia de las figuras parentales’, ahondando en la teoría del vínculo tanto materno como paterno.

Nutriéndose de los más importantes autores que han investigado sobre la teoría del vínculo de apego –especialmente el médico psiquiatra y psicoanalista inglés John Bowlby, considerado el padre de la misma–, el experto, apasionado en esta materia, destacó que es “impresionante ver cómo las representaciones que incorporamos con la figura del cuidador (en nuestra infancia) no sólo determina la conducta y la imagen de nosotros mismos y de los demás, sino que también está determinado patrones de actividad funcional a nivel cerebral en el proceso del neurodesarrollo”. Es decir, podemos decir que el tipo de vínculo de apego del niño recién nacido con su madre-padre o cuidador sentará las bases de su posterior desarrollo social y emocional en la vida adulta.

Dada la trascendencia e influencia de la teoría del apego, el experto abordó conceptos que ya hemos tratado en ponencias anteriores como las protagonizadas por la profesora Violeta Cardenal sobre la autoestima y el autoconcepto, el cerebro emocional del Dr. Joseph E. LeDoux o el constructo de la Personalidad por parte de la Dra. Mercedes García, así como la que impartió en el último seminario la catedrática María Dolores Avia sobre Psicología Positiva y optimismo inteligente.

Los cimientos del ‘Yo’

En la ponencia, el experto subrayó que el primer vínculo que toda persona establece con su cuidador –por norma general la madre biológica– cimenta nuestra memoria autobiográfica, planta las semillas de nuestra identidad, la percepción del sí mismo y de los demás. Como lo expresa Rojas Marcos, se “comienza a construir nuestra identidad y el argumento de nuestra vida”, y añade que “los bebés de unas semanas ya captan y retienen las caras de sus cuidadores y las vibraciones emocionales que reciben de ellos, y las conectan con al calidad de las experiencias que tienen con ellos (…) A partir de los dos años y medio, los niños empiezan a configurar el sentido del pasado y a guardar los recuerdos que constituirán el sedimento de su autobiografía y confeccionarán su identidad”.

Tal como lo desarrolla el doctor LeDoux, el Hipocampo cerebral no está maduro hasta los 2-3 años, de manera que “no empezamos a tener registros verdaderamente conscientes” hasta que no madura el mismo. ¿Qué estructura lo registra todo pues? La amígdala, la región emocional por antonomasia. Y, como explican autores como LeDoux, “las memorias emocionales –o memoria implícita– son imborrables”. Por esta razón la teoría del vínculo de apego otorga tanta importancia a los primeros años de vida, pues es en este primer tramo de la existencia cuando “la experiencia y el aprendizaje se registran en la amígdala como recuerdos emocionales inconscientes, que tienden a ser globales, generalizados y desmesuradamente inteligentes” (Wallis, 2012).

¿Por qué es tan importante?

John Bowlby, doctor pionero en el estudio científico del vínculo de apego –junto a la psicóloga Mary D. S. Ainsworth–, se muestra tajante sobre la importancia del vínculo de apego en la infancia: “Esta teoría es una forma de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a crear fuertes lazos afectivos con determinadas personas en particular y un intento de explicar la amplia variedad de formas de dolor emocional y trastornos de la personalidad tales como la ansiedad, la ira, la depresión y el alejamiento emocional”. Para Bowlby, es consecuencia de la “separación indeseada y pérdida afectiva”.

Este doctor inglés considera fundamental que el bebé y el niño pequeño “experimenten una relación cálida, íntima y continuada con la madre, en la que ambos hallen satisfacción y goce”, y para corroborarlo, se presentaron pruebas de que “muchas formas de psiconeurosis y trastornos de la personalidad han de atribuirse a la carencia de cuidados maternos o a las interrupciones en la relación del niño con la figura materna”. Autores como Allan Shore concluyen que las experiencias estresantes en el inicio de la vida “pueden dañar de forma permanente la corteza orbitofrontal, predisponiendo al individuo a enfermedades psiquiátricas en su vida posterior”. También subrayan los expertos la importancia de la calidad del apego para el buen equilibrio homeostático.

Aquí se habla sobre todo del apego materno, y Santiago L. abordó igualmente en otra ponencia el vínculo de apego paterno, en otro plano independiente –y a su vez complementario– de importancia, y cuya investigación apunta a valores como la perseverancia y la motivación del crío, además conceptos como la paternidad ‘autoritativa’ (que no autoritaria), referente al padre “cálido y amoroso con el hijo, pero que pone límites y enfatiza la responsabilidad” (Laura Padilla-Walker y Randal Day).

Tipología del apego materno

La citada Mary Ainsworth encabezó una investigación en la década de los 60 en la que descubrió claramente tres tipos de patrones conductuales, a partir de los cuales se derivan a tres tipos de apego:

Apego seguro: se daría en los casos de madres sensibles y accesibles en todo momento a las necesidades del bebé, con claras muestras de cariño y ternura. Proporciona una seguridad que permite que el niño se atreva a explorar el mundo y adquiera seguridad, confianza y resiliencia, de manera que madura con más rapidez.

Apego inseguro ambivalente: son madres accesibles y disponibles para el bebé sólo en ocasiones y de forma impredecible. A veces insensible, pero no por rechazo a su bebé, sino porque es poco receptiva a los mensajes de éste. El niño se sentirá inseguro de si su progenitor será accesible o sensible o si lo ayudará cuando lo necesita. Una incertidumbre que provoca que el individuo sea propenso al aferramiento y se muestre ansioso ante la exploración del mundo. Este tipo de apego se relaciona con las dificultades histéricas o histriónicas (Shore, 2002; Slade, 1999).

Apego inseguro evitativo: en estos casos, la madre tendría “aversión” al contacto físico con su bebé, y se mostraría fría, distante y brusca, “rechazando activamente los intentos de acercamiento del bebé”. Un apego negativo, ya que “de adulto sufrirá, y serán personas a las que no les gusta el compromiso, distantes, con poca inteligencia emocional y con relaciones de poco contenido emocional. Sin el apego de otras personas, intentará volverse emocionalmente “autosuficiente”. Podría derivar en casos de narcisismo o falsos conceptos de sí mismo.

Apego inseguro desorganizado: las autoras Mary Main y Judith Solomon introdujeron una cuarta tipología para los casos de interacción de la madre que es considerada “fuente de refugio y también de peligro”. Se corresponde a situaciones de niños descuidados o directamente maltratados ante padres maltratadores, con problemas de adicción al alcohol o las drogas, trastornos psiquiátricos o situaciones difíciles de pobreza. También se daría en casos de padres atemorizantes que dejarían al niño en estado de ‘miedo sin solución’. Wallin (2012) considera que este cuarto tipo de apego en la primera infancia puede ser “factor de riesgo de psicopatología muy significativo en etapas posteriores”.

Fuente: Blog Instituto Psicobiológico

Deja un comentario