La tierra una vez más en movimiento. El terremoto en Lombok, una isla del archipiélago de Indonesia considerada una de las principales zonas de movimientos sísmicos y llamada El Anillo de Fuego, ha dejado más de 100 muertos, numerosos heridos, destrozos en la mayoría de las construcciones, pero sobre todo gente completamente desamparada sin saber qué hacer y sin poder salir de una isla paradisíaca. Muchos han viajado ahí en busca de múltiples maravillas, pero el hombre propone y Dios dispone.
Agustín, un español que estaba en la isla pasando sus vacaciones narraba en una radio cómo vivió el tiempo posterior al terremoto y explicaba su sensación de abandono en el medio de una montaña a la que habían subido para evitar los efectos de un posible tsunami. Allí permaneció toda la noche despierto y con miedo a las réplicas ya que se produjeron más de 120 movimientos a partir del principal.
Es llamativo que en su descripción se sorprendiera de cuestiones de pura supervivencia. Por ejemplo, unas personas les guiaron a él y a otros turistas hasta lo alto de la montaña, pero luego se fueron a ver a sus familias. Al día siguiente cuando les comunicaron que el tsunami no se produciría bajaron a la playa y vieron a los lugareños utilizando canoas y barcas de pesca para trasladarse y acompañar a los suyos a otras islas. No trasladaban a turistas. Hacia el mediodía llegaron dos barcos en los que subió todo aquel que corrió por el medio del agua y se trepo por los laterales de la embarcación que como podéis imaginar fueron los lugareños, los mismos que están acostumbrados a tantos desastres naturales y que saben que tienen que ir a la acción para poder sobrevivir. Agustín se quejaba de que no hicieran la cola preceptiva para ir subiendo en orden al barco y que además las autoridades no hicieran nada para detenerles u organizar el traslado.
¿Qué ocurrió? Sí aplicó la regla de “sálvese quien pueda”. Sobrevivir o morir y la gente que con frecuencia se enfrenta a situaciones de riesgo por desastre naturales busca salvarse a sí misma igual que lo hubiera hecho Lucy en la sabana africana. A nivel biológico la cultura de la solidaridad aparece cuándo se ha salvaguardado la vida propia y se puede pensar en el otro.
Desde la mirada de la Descodificación Biológica Original observamos las maneras de reacción y vemos los comportamientos como medidas adaptativas a los traumas por lo que estos no se pueden criticar si no que hago una invitación para comprenderlos desde el aspecto más primitivo. No existe un juicio que permita comparar dos sociedades en las que las cuestiones más arcaicas o vitales están resueltas de manera completamente diferente. No podemos acusar al otro de insolidaridad cuando su vida está en juego. Todo ser vivo intenta la conservación propia y de la especie.
Lamento mucho las circunstancias por las que han tenido que atravesar miles de personas en estos días y deseo que lo antes posible puedan encontrarse acompañado y con completa seguridad. De esta forma habrá han solventado un conflicto biológico primitivo.
