Las personas viven cada vez bajo un estrés más constante a causa de las presiones del trabajo. Esta situación genera desmotivación e, incluso, puede llegar a ser causa de incapacidad laboral y/o social. Este estrés crónico se conoce como síndrome del «trabajador quemado» o desgastado.
Según la OMS, el burnout se encuentra dentro de la Clasificación Internacional de Enfermedades y caracteriza a este trastorno en tres dimensiones: una extrema sensación de cansancio o agotamiento a nivel físico y emocional; sentimientos negativos o cinismo en relación al trabajo; y una reducción pronunciada de la capacidad y eficacia laboral.
El burnout suele ser más frecuente en las mujeres, en personas sin pareja o con poco apoyo familiar, y durante los primeros años del ejercicio profesional. Este último dato puede explicar por qué el porcentaje de burnout es mayor en trabajadores jóvenes que en aquellos de más de 35 años.
Los síntomas más frecuentes implican:
- Infartos de miocardio, en los casos más graves.
- Jaquecas diarias.
- Incapacitación permanente o absoluta.
- Falta de entusiasmo.
- Baja autoeficacia.
- Despersonalización hacia el trabajo.
- Intenso agotamiento.
- Indiferencia hacia los demás.
- Desestimarnos a nosotros mismos.
- Sentimiento de insatisfacción continua.
- Pensamientos negativos
Profesional sanitario, la principal víctima
Entre los que más sufren este tipo de trastornos laborales se encuentran los profesionales de salud, ya sean de atención primaria o especializada. Este mal suele hacerse presente en los profesional que poseen un trato directo con personas y que se ven expuestos a altas cargas emocionales.
